Jose Antonio EA1IELJavi EA1IBH volvieron a la fortaleza de Andrade que ya activaran en el 2013. Después del pertinente madrugón para desplazarse al pie de la fortaleza comenzaron la actividad a las 09:00h del sábado 21 de junio del 2014 como estaba previsto. A pesar de que las fechas previas habían sido muy buenas en cuanto a la propagación y la situación geográfica del castillo es elevada , despejada y cercana al mar el problema vino dado por la actividad agrícola y ganadera que se estaba desarrollando en las proximidades que si bien no influyó en la TX sí que lo hizo en la RX por lo que el receptor del Kenwood TS-480 sufrió saturación de todo tipo de interferencias y qrm que imposibilitaron el añadir más indicativos al log.

A pesar de todo (incluidos los mosquitos e intenso olor a purines), tanto Jose Antonio como Javier regresaron contentos. Las referencias para esta activación son: DCE 1.0 CC-006   WCA: EA-01160   DME: 15069 – A CORUÑA

 

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Reseña histórica del Castillo de Andrade:

El origen de este castillo se encuentra ligado a Fernán Pérez Andrade, quien se enfrentó al prior del monasterio de Santa María de Sobrado, fray Esteban Sejas, a causa de su construcción. El prior se negó a la construcción del castillo, llegandose a paralizar las obras del mismo por este motivo. Dos años después de su construcción, en 1379, el monarca castellano Juan I unió al condado de Andrade el señorío de Villalba y El Ferrol. Este castillo jugó un papel muy importante durante las revueltas irmandiñas, tras las que quedó prácticamente destruido. En el siglo XVII perteneció al conde de Lemos, cuyo escudo se encuentra en uno de los muros de la fortaleza. Pasó después a la casa de Lerma y a la de Alba, que lo restauró en el siglo XIX.
El castillo de los Andrade es el resultado de obras realizadas en distintas épocas. La mayor parte de la fortaleza que actualmente puede contemplarse, comenzó a construirse en el año 1369, concluyendo dicha obras en 1377. Fue construido sobre las ruinas de un antiguo castillo cercano a la parroquia de San Martín de Andrade, posiblemente del siglo XIII. Denominado a partir del siglo XIV como alcázar de los Andrade, fue prácticamente reedificado tras su destrucción en el año 1467 a causa de las revueltas irmandiñas. En el siglo XIX conoció una profunda restauración, realizada por el arquitecto Tenreiro, encargado de las obras por deseo del duque de Alba y conde de Andrade, propietario del castillo.
Fue el conde de Andrade, Fernán Pérez el Bueno, valido de Enrique II de Trastámara, rey de Castilla, quien ordenó la construcción de este castillo en 1369. Obtuvo el territorio por donación del monarca en agradecimiento a los servicios prestados durante la guerra civil mantenida con su hermanastro, Pedro I el Cruel. Parece ser que fue precisamente en este castillo en donde se refugió Enrique de Trastámara cuando huía de su hermano tras un enfrentamiento bélico. Fernán Pérez de Andrade es, según algunas leyendas, quien pronunció en Montiel: Ni quito ni pongo rey, pero ayudo a mi señor, palabras tradicionalmente atribuidas a Dugesclin. En el siglo XV, el castillo de los Andrade fue un importante puesto defensivo durante las guerras irmandiñas, siendo atacado por Alonso de Lanzós. Hecho prisionero éste junto a sus seguidores, fue trasladado a los subterráneos de este castillo, en donde pereció. Según la leyenda, después de haber permanecido cien días encerrado en una oscura mazmorra sin ver la luz del día, fue enterrado vivo, de pie y en el interior de un muro de 3 metros de espesor, después de haberle sido amputada la mano derecha al igual que al resto de los jefes irmandiños encarcelados.
Las reducidas dimensiones de este castillo muestran inequívocamente su carácter estratégico. Su planta se adaptada al escabroso terreno en el que se asienta, constituyendo su escarpada situación una de las defensas naturales más efectivas en caso de ataque. Posee una planta rectangular, midiendo 38 por 25 metros el cuerpo principal, más otros dos rectángulos más pequeños y adyacentes que dejan entre ellos un patio de tres alas con 13 pilares de piedra. Cierra el cuarto lado un muro con tres arcos apuntados, fechados en el siglo XV. De esta fecha son también el arco conopial de la puerta de la gran torre y la escalera de la misma. La puerta de entrada está situada a levante, enmarcada por dos torres cuadradas que destacan de la muralla. También sobresale el conjunto flanqueado por el escudo familiar. La escasez de sus almenas le da un aspecto pobre.

Lo más destacado y visible del castillo de los Andrade es su torre del homenaje, a la que se accede tras cruzar el patio de armas, de 140 metros cuadrados, en uno de los ángulos del recinto. Su planta es cuadrada, se levanta hasta unos veinte metros de altura y tiene dos metros y medio de grosor. Dispone de tres pisos, el superior con almenas destinado a vigilancia, el intermedio destinado al alojamiento del señor como casa palacio. Dispone además de una planta subterránea, excavada en la peña sobre la que se asienta el castillo y que fue utilizada como prisión. La torre está cubierta por una bóveda de sillería y finaliza en una cornisa de modillones y una moldura gótica. Los vanos son escasos. Estuvo rodeada de un foso con su puente levadizo, que aumentarían su imponente aspecto. Del foso se pueden apreciar hoy día algunos restos en el flanco sur y este. Entre los muros se abre la única puerta que tenía la fortaleza. Según recoge la tradición existía un pasadizo que comunicaba la torre y el Palacio de los condes de Pontedeume. El castillo tiene varios escudos correspondientes a los distintos linajes que lo fueron ocupando a lo largo del tiempo. De los siglos XVI y XVII conserva el escudo del conde de Lemos, y en el acceso al recinto, emarcando la entrada, el escudo del conde de Andrade.
El material utilizado, no solo en sus muros, sino también en sus torres, es el sillar, bloques de piedra perfectamente labrada y colocada en sillares alineados y ordenados de forma precisa. Los materiales proceden de los alrededores.
Las guerras que se desarrollaron en estas tierras dejaron una evidente huella en este antiguo edificio. Por ello, a partir de la guerra de la Independencia, el conde de Andrade afrontó su restauración. Actualmente se encuentra en aceptable estado de conservación, aunque medio derruido. Se ha limpiado todo el contorno, lo que permite rodear la construcción fácilmente y ver las grandes rocas sobre las que se alza.
Es Monumento Nacional desde 1924, siendo el primero de la provincia de La Coruña en alcanzar este status.
Bajo la protección de la Declaración genérica del Decreto de 22 de abril de 1949, y la Ley 16/1985 sobre el Patrimonio Histórico Español.

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